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«Tengo manías» podría ser el inicio de una conversación en terapia, vamos a imaginar esa conversación (en este caso ficticia):
Pepe: Vengo porque tengo manías…quiero saber si son un problema
Yo: Vamos a definir un poco más este término, ¿a qué llamamos manías? Ponme algún ejemplo.
Pepe: Bueno a ver… son pequeñas manías, no es que sea yo una persona demasiado maniática pero… me gusta comprobar que he cerrado la puerta de casa y la del coche también según en qué barrios, bueno, en general. También me considero una persona ordenada, me gusta tener las cosas exactamente donde tienen que estar…ordeno por colores la ropa en el armario pero porque así la encuentro fácilmente, en el escritorio deja las cosas alineadas. Me gusta colocar los zapatos ordenados uno junto a otro y que todos formen una fila exacta, eso es una cosa que me viene de mi padre él siempre lo ha hecho.
Yo: ¿Y fuera de casa?
Pepe: Fuera de casa… intento no tocar los pomos de las puertas, suelo limpiar con la servilleta la parte por donde voy a beber en las latas y botellines pero eso es por precaución podría coger alguna cosa ¿no?… Siempre que doy la mano a alguien que no conozco después me lavo las manos en cuanto puedo, soy muy limpio.
Yo: ¿Alguna vez te ha pasado que no has podido limpiar la lata o no has podido lavarte las manos después de saludar a un desconocido?
Pepe: Pues sí, me ha pasado lo segundo, porque no he podido ir al servicio.
Yo: ¿Y cómo te has sentido hasta que has podido ir?
Pepe: Pues no te exagero si te digo que igual pasé una hora inquieto, como nervioso, porque sabía que me las tenía que lavar.
¿Cómo diferenciamos lo que son manías sin importancia y las manías por las que tendríamos que ir al psicólogo?
No depende de la cantidad ni de si tenemos una razón o no para hacerlo.
Como hemos visto en el ejemplo algunas de las cosas que hace Pepe tienen una explicación para él (higiene, ser ordenado, ser precavido) pero que tenga una explicación no quiere decir que sea la explicación adecuada además aunque lo fuera esto no lo exime de ser una manía que nos debe preocupar.
«Si no lo hago me siento nervioso»
Esa es la clave. No importa qué conducta sea, no importa con qué frecuencia sea, no importa si lo que haces tiene sentido para ti o para los demás. Lo único que nos debe hacer «saltar las alarmas» es que lo hagas porque si no lo haces te sientes nervioso/a.
Eso significa que en realidad la razón por la que lo haces no es sólo la explicación que tú le encuentras sino también evitar la ansiedad. Y eso se convierte en un problema porque entonces empiezan a aparecer más y más manías. Porque la ansiedad que antes desaparecía comprobando una vez la puerta ahora sólo desaparece si la compruebas dos veces o si además compruebas la del coche.
Que no cunda el pánico
Tiene solución, es algo que los psicólogos tratamos muy a menudo porque al final tener estas manías suele ser la manera de «relajarse» de mucha gente y por lo tanto hay desarrollado un tratamiento específico para ellas.
Escrito por Begoña Albalat