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A veces procrastinar se convierte en el problema 

Procrastinar

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¿Cuántas veces hacemos  las cosas una y otra vez de la misma manera, y ya no conseguimos lo que queremos?

Miles de veces. Las personas  tropezamos más de una vez con la misma piedra porque somos humanxs y por lo tanto podemos comportarnos de manera incoherente, con pereza, con cabezonería, de manera caprichosa….

Probemos, por ejemplo, con el hábito de procrastinar, dejar las cosas para otro momento y no solucionar:

El piloto del coche me dice que cambie el aceite, pero bueno, igual se apaga solo y me evito ir al taller. Sé que no funciona y que tarde  o temprano tendré que ir porque ya me ha pasado en otras ocasiones, pero admito esa solución como válida

Poco a poco vamos repitiendo esa manera de proceder o más bien de no proceder y lo vamos convirtiendo en un hábito.

Retraso el momento de estudiar, luego lo haré, tengo tiempo, y al final me pilla el toro. No llamo nunca a mi amigx, hoy me quedo jugando, mañana voy al gym y al final deja de llamarme el a mí. Nunca hablo con mi pareja eso que me molesta, lo haré el mes que viene y así van pasando meses y al final la relación con mi pareja se resiente  y acaba siendo un problema para mí...  

Es cómodo esperar que las cosas se solucionen solas o retrasar el momento una y otra vez. Pero poco a poco la vida empieza a complicarse, si no hago nada, las cosas no suceden. El coche se va a estropear sí o sí.

En este momento podemos parar, pensar y rectificar para la próxima vez o seguir con el mismo hábito, «Ya me encargaré más tarde» . Si optamos por la segunda opción seguiremos progresivamente sintiéndonos mal y todo se liará más y más.

Nos resulta, a veces, complicado prestar atención a lo que necesitamos hacer porque la recompensa va a tardar en venir y eso no nos gusta. Ir al taller es incómodo y tal vez tenga que dejar de hacer otras cosas que prefiero hacer o tener que hacer cosas que no me apetece hacer, tener que madrugar, tener que ir en metro, no dormir siesta, dar explicaciones hasta que el coche esté listo ya que seguramente no será de un día para otro.

Queremos la recompensa rapidito.

Y esa recompensa, en este ejemplo en concreto, viene con el no actuar. Procrastinamos. De entrada me siento bien, sigo con mi vida, haciendo lo que quiero.  Pero claro hay que solucionar el malestar, y nuestro cerebro busca la manera de aliviarlo con otras cosas que me han hecho sentir bien con anterioridad por ejemplo comprar.

Me siento mal, compro, me siento bien, repito.

Esa no es la solución claro está, porque cada vez la recompensa por haber comprado dura menos y tengo que comprar más y más, me va atrapando.

No se me pasa, al contrario, va a más.

Tengo más cosas de las que puedo usar, tengo cosas que no sé porque he comprado, tengo cosas que no llego estrenar y además mi economía se va resintiendo.

La solución que se va convirtiendo en el problema.

Mi cerebro pensante lo sabe, pero es mi cerebro emocional el que tiene el control porque cuando estoy estresadx, enfadadx, ansiosx, triste, eufóricx, me cuesta pensar, funciono impulsivamente, sin darme cuenta de las decisiones que tomo.

La compra compulsiva, no es el problema en realidad, el problema es que tengo que aprender a no procrastinar las decisiones haciendo como que no pasa nada.

Parar, respirar, pensar, actuar y repetir 

 

Artículo escrito por Begoña Peraita 

 

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