B. Albalat psicología

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No puedo más

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No puedo más.


Cuando aparece el hartazgo, hay que hacerle sitio.
A veces no lo identificamos, va poco a poco y entre unas cosas y otras no me doy cuenta de que no puedo más. Otras veces, aunque sí nos damos cuenta, no lo atendemos. Quizá por pensar que es algo que no debería pasarnos (“a otras personas no les pasa”).


De una forma u otra al final, el hartazgo, el «no puedo más» se acaba imponiendo de muchas maneras:
apatía, tristeza, rabia, falta de concentración, agobio, no me relaciono, me duele todo, no duermo, estoy cansadx (de mi pareja, de mi jefe, del curro, hasta de mí mismo).

Un «no puedo más, estoy hartx de estar hartx”.


Cuando llegamos ahí, ya nos hemos quemado y entonces hay que refrescar.


Ahí el cambio asoma porque ya lo sé.


Estamos cansadxs, por eso no podemos atender con eficacia nuestras cosas. Por exceso
de trabajo, de responsabilidad, por demasiado enfoque en una única tarea, porque se me
ha complicado la vida de repente …

  • Primero hay que parar, no hay otra, porque si sigo haciendo lo mismo me voy a quemar del todo.
  • Después hay que pensar, para poder cambiar cosas, puntualmente si se debe a algo circunstancial en mi vida y de manera más permanente si es algo que me ocurre con frecuencia.

Cuando intentamos hacer esto aparece muchas veces una mala sensación: la culpabilidad, ya que es socialmente meritorio llegar a todo. Tenemos que ir con ella porque, aunque es difícil, hay que aprender a dejar huecos para oxigenar y tomar perspectiva, es absolutamente necesario.

Cada unx a su manera, para cada persona puede ser algo diferente y hay que introducirlo de manera transversal en nuestra vida. Sacar tiempo para comer, para escuchar, para estar con nuestra gente, para hablar con mis hijxs, para pasear con mi mascota, para ir al médicx si lo necesito… Es decir, para atender todas las cosas que tengo y quiero conservar en mi vida.

Habrá momentos en los que podré dedicar menos tiempo a esas cosas, y otros en los que mucho más, pero nada merece que me abandone y me queme.

Eso nunca.

Escrito por Begoña Peraita

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