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La diversidad es la norma.
La vida es cambio, el cambio lleva a la adaptación y la adaptación a la supervivencia.
Igual que esto es incuestionable, también lo es el hecho de que el ser humano no es uniforme, es diverso, porque si lo fuera lo anterior no sería posible.
No podríamos adaptarnos ya que solo habría una manera de responder al cambio y eso nos llevaría a estancarnos y fin. No podríamos sobrevivir.
Por mucho que queramos, ya sea por simplificar, por miedo, o por lo que sea, al ser humano no se le puede normativizar, eso va en contra de su naturaleza cambiante y diversa absolutamente necesaria para desarrollarse y progresar. Por eso decimos que la diversidad es la norma.
Si en cada época creamos un prototipo de humano válido, nos alejamos del objetivo.
Eso solo trae inseguridad, y con ella aparece el miedo, la rabia, la intolerancia y la violencia. Estas cualidades son las que nos llevan al estancamiento e involución y nos hace sentirnos inseguros.
Por mucho que nos empeñemos en no ver, no vamos a poder hacer desaparecer aquello que tememos. Va a seguir estando porque la especie humana es diversa.
Lo que no tienes tú lo tiene el otro, lo que no se te ocurre a ti se le ocurre al otro, la vivencia que tu no experimentas la vive el otro, y eso es riqueza y conocimiento.
Todos los seres humanos participan y contribuyen a eso, absolutamente todos.
Por eso necesitamos relacionarnos, para transmitir, porque sin interacción no hay vida.
¿Por qué entonces sigue siendo mayor el coste de la aceptación incondicional del otro y de nosotros mismos, al de la negación de la diversidad?
La respuesta está en que nos cuesta admitir que no somos mejores que el resto, que no sabemos más que el resto, y que nuestra forma de ver y hacer las cosas no es la correcta siempre.
Eso es una ilusión que nos hace distorsionar la realidad, estar insatisfechos y enfadados.
Una ilusión se caracteriza por no ser lo que parece.
No es, solo lo parece, no se puede, solo lo parece.
“When you know, You know.”
