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El otro día estábamos en un restaurante con mis sobrinas esperando a que nos sirvieran la cena. De pronto una de ellas cruzó los brazos y frunció el ceño.
Su madre que vio que estaba enfadada le preguntó
– ¿Qué te pasa?
– Estoy un poco enfadada.
– ¿Y eso por qué?
– Tengo hambre.
¿Cuántas veces nos ocurre que sentimos algo que no sabemos lo que es?
Es más, ¿cuántas veces sí sabemos detectar lo que es pero no sabemos por qué nos sentimos así?
Bueno, pues esta pequeña de sólo 3 años supo perfectamente identificar su emoción y lo que es más sorprendente, supo que esa emoción de enfado era consecuencia del hambre.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTO?
Cuando tenemos una buena inteligencia emocional…
- Nuestras emociones no nos desbordan porque sabemos identificarlas.
- No nos asustamos al sentir cosas «negativas» como enfado o tristeza porque sabemos cuál es su origen.
- Las personas de nuestro alrededor pueden ayudarnos más fácilmente porque podemos explicarles mejor lo que sentimos.
- Además no «pagamos» con lxs demás las consecuencias de nuestras emociones porque solemos poner solución más rápidamente. Si sé que mi enfado es consecuencia del hambre comeré.
- Sabemos cuándo necesitamos ayuda y cuándo no.
- Reconocemos las emociones en lxs demás y podemos adaptarnos a ellxs en diferentes situaciones por lo que podemos ser más empáticxs.
- Tenemos en cuenta nuestro estado de ánimo a la hora de planificar nuestras tareas por lo que rendimos mucho más que si no contamos con este factor tan importante.
- También hacemos lo mismo con lxs demás, si tenemos personas trabajando con nosotrxs.
Por supuesto todo esto no ocurre siempre, pero será más fácil que ocurra así.
Hoy en día la Inteligencia Emocional es algo que se empieza a enseñar en las escuelas y en los talleres para padres/madres.
La mayoría de veces que alguien viene a consulta una de las cosas que primero detectamos es el miedo que las personas tienen en general a sentirse mal, las emociones que denominamos «negativas» nos asustan mucho sobre todo porque cuando nos cuesta dominarlas tenemos la sensación de que van a invadirnos y a multiplicarse, y no nos engañemos, a veces ocurre, pero nos olvidamos de que esto puede ocurrir también con las emociones positivas.
Pensemos en el ejemplo de un niño el día de su cumpleaños, eufórico, saltando sin parar, súper activo, le cuesta dormir la noche anterior y posiblemente la noche siguiente… Sin embargo esto no nos asusta porque es una emoción positiva. Si esto pasara igual pero con ansiedad el día que va al dentista sí nos preocuparía, pensaríamos «quizá tiene una fobia», «es demasiado que pase dos noches sin dormir», etc.
Acotar la emoción, darle un sentido, una explicación y comprender dónde comienza y porqué se mantiene es muchas veces la clave para que algo que empieza como un poco de ansiedad no se acabe convirtiendo en un problema.
Conocer las emociones es conocer el lenguaje humano.
Hoy en día se sabe y se ha estudiado que las emociones afectan en prácticamente todas las decisiones que tomamos en nuestra vida, y lo que es más interesante, en qué recordamos y cómo recordamos un acontecimiento.
Recuerda, todas las emociones son válidas.